La tercera entrega del supersoldado americano, "Capitán América: Civil War" (Russo Brothers, 2016), llega a los cines llamando la curiosidad del aficionado con el enfrentamiento entre dos de sus superhombres más carismáticos. El film ha sido anunciado como una historia de transición, un prólogo extendido para comprender la próxima película de Los Vengadores: Infinity War, que estará dividida en dos partes. Marvel ha demostrado dominar el cine con gran maestría, sus películas son siempre elegantes muestras de la enorme potencialidad americana, sin embargo la saga del Capitán Rogers llega a su tercera entrega con prisa, pendiente de reunir un batiburrillo de vengadores de los que debemos hace visto su película individual para comprender toda la narración, y una vez más insaciable industria de Hollywood nos saca unos euros más, que en dólares se multiplican. Mi asombro crece cuando me encuentro con una primera batalla en Lagos llena de una acción borrosa, rápida llena de cortes e inestabilidad de la cámara, que probablemente luchan su propia guerra para que no descubramos los dobles de las grandes estrellas. Por suerte la acción a la que nos tiene acostumbrados Marvel vuelve a brillar entre la gran lucha que enfrenta a Iron Man y Rogers, no sin antes ofrecernos una persecución por el estilo de la primera, más bruta e incorrecta que la elegancia acostumbrada. Todo ello es fruto de unos acuerdos internacionales que obligan a nuestros adorados protagonistas a hacerse conscientes del daño que producen sus "misiones", una humanización poco original que nada a contracorriente del espíritu del los Superhéroes, esos seres que protegen nuestro planeta por encima del bien y del mal, personajes frívolos, millonarios con buenas intenciones o seres corrientes sometidos a extraños experimentos... eso son nuestros superhombres.
Pese a todo la película cuenta con una magnífica carga política, que Robert Downey Jr. controla con su habitual diplomacia y sentido del humor, por cierto demasiado americanizado en éste último film. Toda la historia que envuelve la firma de tratados en Viena, y el atentado en la propia sede (donde entra el black power de la Pantera... ¿surgida del #OscarsSoWhite?), conforman una estructura histórica sensacional, donde vuelve a brillar el alma de Marvel. Alma dividida por el presupuesto de la cinta, una fuerte separación entre la industrial de los cómics y la cinematográfica, que puede llevar los míticos personajes de Stan Lee a convertirse en el próximo escudo de unos Estados Unidos presididos por Donald Trump. Ante todo ello surge una nueva figura en este universo, se rescata la enigmática figura del Barón Zemo de los cómics para darle una vuelta de tuerca al personaje, ahora convertido en una víctima sedienta de venganza y que el políglota Daniel Brühl interpreta con su habitual dominio de los idiomas y acentos para crear hacer del mal de Zemo un mal justificado. A falta de madres que compartan un mismo nombre, la película no duda en seguir la estructura argumental de una comedia romántica, incluso después de los créditos creativos cuando nos venden el siguiente film, y después de los créditos finales que nos adelantan la cinta en solitario de Spider Man, partícipe de Civil War, junto a una Tía May a la que no estamos acostumbrados, Marisa Tomei. La revelación del nuevo hombre araña es sin duda uno de sus principales atractivos, un Tom Holland divertido y fresco, que da una vuelta de tuerca a las luchas habituales, uniéndose al divertido equipo de Iron Man. "Capitán América: Civil War" sería una película para incondicionales, si no fuese porque resulta esencial para comprender las siguientes entregas de los Vengadores, y echamos de menos a Thor y Hulk.
Pese a todo la película cuenta con una magnífica carga política, que Robert Downey Jr. controla con su habitual diplomacia y sentido del humor, por cierto demasiado americanizado en éste último film. Toda la historia que envuelve la firma de tratados en Viena, y el atentado en la propia sede (donde entra el black power de la Pantera... ¿surgida del #OscarsSoWhite?), conforman una estructura histórica sensacional, donde vuelve a brillar el alma de Marvel. Alma dividida por el presupuesto de la cinta, una fuerte separación entre la industrial de los cómics y la cinematográfica, que puede llevar los míticos personajes de Stan Lee a convertirse en el próximo escudo de unos Estados Unidos presididos por Donald Trump. Ante todo ello surge una nueva figura en este universo, se rescata la enigmática figura del Barón Zemo de los cómics para darle una vuelta de tuerca al personaje, ahora convertido en una víctima sedienta de venganza y que el políglota Daniel Brühl interpreta con su habitual dominio de los idiomas y acentos para crear hacer del mal de Zemo un mal justificado. A falta de madres que compartan un mismo nombre, la película no duda en seguir la estructura argumental de una comedia romántica, incluso después de los créditos creativos cuando nos venden el siguiente film, y después de los créditos finales que nos adelantan la cinta en solitario de Spider Man, partícipe de Civil War, junto a una Tía May a la que no estamos acostumbrados, Marisa Tomei. La revelación del nuevo hombre araña es sin duda uno de sus principales atractivos, un Tom Holland divertido y fresco, que da una vuelta de tuerca a las luchas habituales, uniéndose al divertido equipo de Iron Man. "Capitán América: Civil War" sería una película para incondicionales, si no fuese porque resulta esencial para comprender las siguientes entregas de los Vengadores, y echamos de menos a Thor y Hulk.
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