Steven Spielberg es sin duda la máxima ejemplificación del mejor Hollywood, un hombre capaz de dirigir grandes películas destinadas al gran público, producir cientos más, y ofrecernos pequeñas cintas inolvidables cada un determinado espacio de tiempo. Su última película, "El puente de los espías" (Spielberg, 2015) entra dentro de esos films que son capaces de decir mucho con una gran historia que, a su vez, logra engatusar a millones de espectadores con sus acentos de suspense y lucha personal dentro del emblemático marco de la Guerra Fría. Como si se tratase de un niño, el prestigioso director estadounidense, se permite jugar con la estructura cinematográfica del film, mueve la cámara con total ligereza y nos muestra secuencias deliciosas, enriquecidas por la fotografía del habitual colaborador de Spielberg, Janusz Kaminski, que logra captar la esencia de cada historia con una paleta de colores de lo más diversa a lo largo de su carrera. En ningún momento el metraje se sale de lo políticamente correcto, es más parece ser tratada como una pieza perfecta, bien hecha y lista para entregar, una historia real que posa toda su fuerza sobre unos intérpretes brillantes, en los que el director confía plenamente, regocijándose en fantásticos primeros planos que normalmente son el punto culminante de una secuencia perfectamente elaborada. Lo más brillante de todo ello es que parece salirle a su director sin ningún tipo de esfuerzo, ha logrado marcar con su sello personal obras verdaderamente magistrales, reconocidas como producto oficial made in Los Angeles. Una obra de éstas características precisa de una música original potente, enigmática y cautivadora, y el prestigioso compositor Thomas Newman no parece estar a la altura del habitual músico de Spielberg, un John Williams abarrotado con las nuevas entregas de "Star Wars".
Cuando Spielberg contó con Tom Hanks para el papel protagonista conocía perfectamente que resulta el actor idóneo para revivir la vida real, un actor que ha logrado convencernos tanto como un ruso atrapado en "La Terminal" (Steven Spielberg, 2004) que como el genial Walt Disney de "Al encuentro de Mr. Banks" (John Lee Hancock, 2013). Sin embargo cuando seleccionó a Mark Rylance desconocía la grandeza interpretativa del natural de Kent, Inglaterra. Sin separarse de su reconocible sombrero, incluyendo en la ficción, encuentra la perfilación de los Hermanos Coen en el guión, y da vida a un personaje verdaderamente extravagante, en lo referido a que resulta un espía soviético verdaderamente inusual, al que también se le podría reconocer como el hombre de las mil caras, por su genial variedad de expresiones dentro de la seriedad que implica su personaje. Rylance se hizo el pasado mes con el Oscar al Mejor Actor de Reparto, demostrando una vez más que Spielberg no es sólo una gran mente manipuladora de masas con visión de futuro, sino también un magnífico director de actores. Como todos los trabajos de su director resulta una película correcta, quizás algo falta de la narración habitual del director, que se contrarresta con algunas puyas cómicas que los Coen han logrado introducir en un metraje puramente americano. Aunque finalmente uno terminar por añorar el olvidado personaje de Rylance. En un año bastante flojo respecto a originalidad, novedad y grandes dotes cinematográficas se agradece un film fresco, con diálogos, y capaz de mostrarse con una narrativa agradecida, sencilla, innovadora y por otro lado habitual para el espectador medio. Una muestra del mejor noir moderno, con resquicios políticos, críticos y judiciales...
Cuando Spielberg contó con Tom Hanks para el papel protagonista conocía perfectamente que resulta el actor idóneo para revivir la vida real, un actor que ha logrado convencernos tanto como un ruso atrapado en "La Terminal" (Steven Spielberg, 2004) que como el genial Walt Disney de "Al encuentro de Mr. Banks" (John Lee Hancock, 2013). Sin embargo cuando seleccionó a Mark Rylance desconocía la grandeza interpretativa del natural de Kent, Inglaterra. Sin separarse de su reconocible sombrero, incluyendo en la ficción, encuentra la perfilación de los Hermanos Coen en el guión, y da vida a un personaje verdaderamente extravagante, en lo referido a que resulta un espía soviético verdaderamente inusual, al que también se le podría reconocer como el hombre de las mil caras, por su genial variedad de expresiones dentro de la seriedad que implica su personaje. Rylance se hizo el pasado mes con el Oscar al Mejor Actor de Reparto, demostrando una vez más que Spielberg no es sólo una gran mente manipuladora de masas con visión de futuro, sino también un magnífico director de actores. Como todos los trabajos de su director resulta una película correcta, quizás algo falta de la narración habitual del director, que se contrarresta con algunas puyas cómicas que los Coen han logrado introducir en un metraje puramente americano. Aunque finalmente uno terminar por añorar el olvidado personaje de Rylance. En un año bastante flojo respecto a originalidad, novedad y grandes dotes cinematográficas se agradece un film fresco, con diálogos, y capaz de mostrarse con una narrativa agradecida, sencilla, innovadora y por otro lado habitual para el espectador medio. Una muestra del mejor noir moderno, con resquicios políticos, críticos y judiciales...
No hay comentarios:
Publicar un comentario