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Cinema Paradiso |
10. Robin Hood, príncipe de los ladrones

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Alan Rickman y Mary Elizabeth Mastrantonio seguidos de la falsa Morgana |
9. Marcelino, pan y vino
Me eduqué en un colegio religioso. Uno de los momentos que recordaré siempre tuvo lugar en cuarto de primaria, cuando mi abuela me compró el dvd de Molokai, la isla maldita (Luis Lucía, 1959), lo llevé al colegio y dedicamos una tarde, para sorpresa de todos, a ver la película. Fue una experiencia única. Sin embargo, al pensar en la película no recordaba apenas un fotograma, no me había dejado demasiado marcado. Al hacer memoria se me venían a la cabeza imágenes de Fray Escoba (Ramón Torrado, 1961), que había traído un compañero tras el éxito de la primera. No he tenido ocasión de recuperarla, pero creo que el impacto venía de que el protagonista era negro, lo que debió de llamar la atención en la época y, por lo tanto, también en la profesora y sus alumnos. Todas estas películas, "de interés nacional" como rezaban en la época, tienen un increíble valor histórico y cinematográfico, los grandes directores de la época se peleaban por dirigir las vidas ejemplares de los grandes santos de España. Películas como Balarrasa (José Antonio Nieves Conde, 1951), Sor intrépida (Rafael Gil, 1952) o Teresa de Jesús (Juan de Orduña, 1961) son algunos ejemplos igualmente disfrutables. Pero dentro del cine religioso de la época hay una cumbre, que probablemente también me regaló mi abuela, Marcelino, pan y vino (Ladislao Vajda, 1954) es de una bondad, un delicadeza y una Fe también (¿por qué no decirlo?) enternecedoras. Pablito Calvo como un pobre huérfano que acaba de perder a su madre (inicio recurrente en Disney) y que es acogido por un grupo de frailes en una España terriblemente pobre. Las imágenes del Cristo –casi expresionistas–, del miedo del niño –en un tono neorrealista, como todo el film– y la Virgen como madre redentora, son de una potencia visual inolvidable. De las películas que hoy recomiendo es probablemente la más complicada, pero sin duda la mejor, Vajda en estado de gracia y un mensaje humanista que parece haber desaparecido del cine. La voz de Fernando Rey nos introduce en esta fábula que encuentra la luz en mitad de una España negra, interpretada por los grandes actores de la época, de Antonio Vico a Rafael Rivelles. Aunque para mí quedará siempre el bondadoso rostro de Fray Papilla, el preferido del chico, un excelente y cómico Juan Calvo.
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Fray Papilla y Marcelino |
8. El retorno de las brujas

Sigue el ritmo de aventura de hechiceras que Anjelica Huston abrió con La maldición de las brujas (Nicolas Roeg, 1990) entre demencial, cutre, infantil y espeluznantemente tétrico, una combinación explosiva que el film de Disney dulcifica un poco. Películas tan demenciales como Un ratoncito duro de roer (Gore Verbinski, 1997), donde un ratón echaba a dos hombres de la mansión de su padre, dirigida por el hombre que tomaría las riendas de otra de las sagas de mi infancia, Piratas del Caribe (2003-07). Aunque el mayor producto que salió tras combinarse brujería y adolescencia, y que me acompañaría en toda mi infancia después de que Disney Channel la recuperase, fue Sabrina, cosas de brujas (Nell Scovell, 1996-2003) con el genial gato Salem, cínico, irónico y lenguaraz, este gato disecado que movía la boca ha sido uno de los grandes inventos de la televisión –muchos le reconoceréis por el meme del gato negro que se lima las uñas–. Y, aunque sus características de producción estén más cerca de Robin Hood, príncipe de los ladrones, otra de las grandes series que ocupó mi preadolescencia fue Embrujadas (Constance M. Burge, 1998-2006), Alyssa Milano enamoró a varias generaciones de jóvenes brujos y Piper (Holly Marie Combs) nos enseñó a resolver nuestros problemas, demonios y brujas se enfrentaban en esta serie que siempre viene bien recuperar. A mi abuela no le debía gustar demasiado y me regaló la primera temporada de Embrujada (Sol Saks, 1964) que recuerdo ver compasivamente una y otra vez, altamente recomendable para niños obsesionadas con la magia, una sitcom que los mayores disfrutareis como una comedia sobre problemas de pareja mientras los pequeños amarán a Endora (Agnes Moorehead).
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Phoebe, Piper y Paige |
7. La brújula dorada
Creo que es, hasta la fecha, la última película que mi bisabuela ha visto en el cine. Fuimos varios primos a ver La brújula dora (Chris Weitz, 2007) en el cine Capitol de Bilbao, el acontecimiento la convirtió en una de las películas de mi infancia. La joven Lyra Belacqua vive en un mundo de fantasía que nunca más se ha visto: osos polares que son los reyes del hielo, brujas que cambian con el viento, gipsios, dimons que son el alma animificada de las personas y, sobre todo, ricos poderosos que controlan el mundo, con Christopher Lee, Derek Jacobi y Nicole Kidman a la cabeza. "¿Por qué todas las guapas son malas?", recuerdo que pregunté a la salida de la película, lo que no recuerdo es la respuesta de mi bisabuela. Lo que sé es que tardé mucho en entender que los que decían que estudiaban "magisterio" no planeaban dominar el mundo, ya que "el Magisterio" era el gobierno malvado que gobernaba en este mundo imaginario y que trataba de ocultar la existencia del polvo. Creo que se trata de una de las películas, junto con la saga de Las crónicas de Narnia (2005-2010), que reúne una mayor cantidad de personajes y creación de mundo alternativo. Es un derroche imaginativo, zepelines voladores, leyendas inventadas, personajes por doquier y, en medio de todo, una brújula que responde lo que realmente quieres (casi como esa de Piratas del Caribe que solo señalaba el sitio al que realmente querías ir). El director se puso también al frente de la segunda película de la saga Crepúsculo (2008-2012), que a mí nunca me entusiasmó pero que engancha mucho a partir de los diez o doce años, claro que ahora todo eso de las edades parece que se ha adelantado. La brújula dorada nació para convertirse en una saga, pero no debió de tener el éxito esperado, el mundo que imagina tiene tanta fuerza que se ha recuperado en la serie La materia oscura (Jack Thorne, 2019), que no he visto, pero al parecer ha obtenido buenas críticas. No deja de ser maravilloso recorrer todos estos pequeños engranajes que me han formado, que son parte de mí y que, después de años revisitándolos, ya casi vivo como una religión, como algo real en lo que creer. En todas ellas hay algo del Dios creador, ya que nos introducen en un cosmos completamente nuevo, mágico, situado en un espacio atemporal. En Narnia incluso contamos con la resurrección de Aslan, uno de los momentos que más han marcado mi infancia, porque en un mundo rodeado de ficción, la muerte de unos de tus héroes te afecta profundamente. Entrar en nuevos universos es uno de los retos más emocionantes de la infancia, creer que las leyendas que impregnan estas cintas son reales, que han existido y que son el origen de nuestro mundo, crea la sensación de vivir un lugar fantástico que poco a poco se irá apagando, pero que es sensacional mientras dura. Yo creí durante años que mi abuela había sido profesora en Hogwarts. La brújula dorada se estrenó en uno de los años dorados del cine de mi infancia, en el año de Eragon (Stefen Fangmeier, 2006), "Mi monstruo y yo" (Jay Russell, 2007), Mimzy, más allá de la imaginación (Robert Shaye, 2007) y "Mr. Magorium y su tienda mágica" (Zach Helm, 2007), esta última la que recuerdo con más lucidez de todas ellas. Ahora, encerrados en nuestras casas, es el momento perfecto para enseñarles a los pequeños que ahí fuera hay muchísimas cosas esperándonos, pero también que algunas solo hay que buscarlas en el fondo del armario.
6. Peter Pan, la gran aventura
"Yo creo, sí creo, yo creo en las hadas". Es el momento clave del film, solo por ver cómo el niño de la casa va a empezar a recitar esa frase para salvar a Campanilla merece la pena. Me recuerdo a mí, levantándome del sofá de Gijón y gritando la frase mientras me acercaba lentamente a la pantalla, a punto de llorar pero lleno de esperanza. P.J. Hogan, que había triunfado años antes con La boda de mi mejor amigo (1997), retoma la historia de J.M. Barrie para componer una película única, completamente distinta a todas las adaptaciones anteriores de la mítica historia del niño que no crecía. Tal vez más en la línea de humor y nostalgia que proponía Hook (Steven Spielberg, 1991), pero mientras Spielberg trataba el tema desde la perspectiva del adulto, en un tono mucho más real, aunque sin olvidar que es una película de aventuras, lo cierto es que Hogan ofrece un auténtico mundo de fantasía, dominado por los niños y por la Wendy más dulce que ha habido en el cine. Una bellísima Rachel Hurd-Wood que, años más tarde, terminaría protagonizando la película inacabada de Bigas Luna, Segundo origen (terminada por Carles Porta en 2015), y que los piratas raptaban –cuidado con mirar estas escenas con ojos perversos– para que les contase sus fantásticas historias. En un terreno que conocemos todos, Peter Pan, la gran aventura (2003) crea un mundo de cero, con los mismos elementos, pero totalmente distinto, incluso el Peter protagonista es más astuto y pícaro del que tenemos acostumbrado. Manipula y, en un momento, llega a convertirse en el malo de la película, inspirado por el odio. Es sensacional. Ese Peter Pan que no puede soportar que Wendy quiera marcharse. "Cuanto más pensaba en mi madre, menos la recordaba" dice la protagonista, en off, mientras sus hermanos se divierten con los niños perdidos. Todo ello sin pausar un momento el ritmo de aventura constante, el reloj, Garfio, Smith, el cocodrilo y todos esos elementos que buscamos ansiosos en todas las adaptaciones de algo que conocemos de sobra.
5. La princesa prometida
Es una de las cumbres de la infancia de tres o cuatro generaciones, siento no descubrir nada nuevo, pero La princesa prometida (Rob Reiner, 1987) es una de las primeras que a muchos de nosotros nos vienen a la cabeza al recordar películas de nuestra puericia. Después, jugando con espadas de madera, todos hemos entonado esa frase mítica antes de dar la última estocada: "Mi nombre es Iñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate a morir", una y otra vez, como Mandy Patinkin en la escena, muchos años antes de convertirse en Saul Berenson. Es cierto que como definición podría entrar dentro de esa mezcla de cuentos de hadas y capa y espada que decía en Robin Hood, príncipe de los ladrones, pero La princesa prometida es mucho más, es una película resabiada en sí misma, se trata de un cuento puro y duro, un relato que es consciente de sí mismo. Como tal, tenemos al mismísimo Colombo (Peter Falk) contándole la historia a su nieto que, como nosotros, se adelanta en los clichés que esperamos y que el abuelo trata de redirigir para darle emoción al asunto, y vaya si funciona. El ver esta historia de amor, puramente romántica y clásica –el director nos sorprendería con títulos como Cuando Harry encontró a Sally (1989) o El presidente y Miss Wade (1995)–, desde los ojos de un niño que termina emocionándose con el beso final entre Robin Wright y Cary Elwes, es lo que convierte al film en un clásico. Ese niño somos todos nosotros, expectantes, cautivados por las andaduras de un galán enmascarado, un español en busca de venganza y un gigante torpón. La película está en la línea de La historia interminable (Wolfgang Petersen, 1984), que también nos ha dejado frases memorables, además de su pegadiza canción, y con la que comparte ese punto de vista ajeno a la historia central, desde un niño que vive la aventura leyendo el libro de la historia interminable. Duendes, oráculos, fantasía, etc. Estamos en otro tipo de mundos, también fascinantes e inolvidables. El clásico alemán de Petersen no hace pensar en todas esas películas que habrán caído en el olvido, yo por ejemplo recuerdo que me hubo un par de películas completamente desconocidas en el mercado español, que me deslumbraron en su momento: Bibi, la pequeña bruja (Hermione Huntgeburth, 2002) y su secuela, donde embrujaban con un hechizo que decía algo así como "ekes-ekes". De la generación de La princesa prometida, caben destacar dos películas que podrían ser parte del mismo universo, dos de las grandes creaciones de Jim Henson –si obviamos los teleñecos–, El cristal oscuro (Frank Oz y Jim Henson, 1982) y Dentro del laberinto (Henson, 1986). Todas ellas comparten además una estética similar, donde no importan que se vean los hilos y las costuras, hacen del hilo algo bello, creo que solo los niños pueden disfrutarlas en su estado más puro.
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Su nombre es Iñigo Montoya |
4. El secreto de los hermanos Grimm
Me estoy excediendo demasiado en los textos, pero entiendan que al proponer un solo título se me vienen a la cabeza cientos de imágenes de otras películas que relaciono con ese título y que me parecen igual o más recomendables que la propuesta. Con El secreto de los hermanos Grimm (Terry Gilliam, 2005), llegamos a otra de las grandes obras del terror infantil, la Bellucci convirtiéndose en vieja como si se tratase de El resplandor, el niño con la maldición que pierde el rostro y, por supuesto, esos impostores que juegan a crear leyendas para sus cuentos, una idea fantástica y un susto inicial que veía una y otra vez con mi madre tratando de no asustarnos, pero que siempre nos sorprendía. Las imágenes del genial Terry Gilliam fueron parte de mí antes de conocer siquiera a los Monty Phyton, Las aventuras del barón Münchausen (1988) es otro de esos clásicos con imágenes inolvidables, aunque en mi caso venía heredado del barón animado que disfruté en Las fabulosas aventuras del barón Munchausen (Jean Image, 1979). El film de los hermanos Grimm, que disfruté repetidamente –ya que cuando me gustaba mucho una película solía verla constantemente– cuenta con un fabuloso reparto, rostros que hasta hace bien poco no he relacionado con los actores que los interpretan: Matt Damon y Heath Ledger. La película, aparte del tema didáctico que se desprende de la fabricación de los cuentos, es de por sí un excelente cuento de terror con imágenes que podrían pertenecer a la saga Saw, ninguna de ellas especialmente traumática, aunque ustedes conocen mejor a sus retoños. Ese mismo año se estrenó y vi en el cine –en una de las primeras filas– una de las cintas de animación que más he citado, recordado y visto en los años venideros, La increíble pero cierta historia de Caperucita Roja (Cory y Todd Edwards, 2005) rescata también los personajes de los cuentos para darles una vuelta de tuerca. La imagen de la "abueli" de Caperucita haciendo snowboard es imborrable de cualquier mente. No se la pierdan.
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Una de las criaturas más terroríficas de Gilliam |
3. La vuelta al mundo en 80 días

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Picaporte (Cantinflas) de torero |
2. Monstruos, S.A (y algo de Shin-Chan)

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Heimlich: "Soy una linda mariposa" |
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Nuestros reyes magos: Imanol Arias, José Coronado y Juan Echanove |
1. Stardust
No encuentro un título mejor para encabezar esta lista. Si bien es cierto que formaría parte del tipo de films como La brújula dorada, que crea un mundo imaginario lleno de leyendas y seres fantásticos, Stardust (Matthew Vaughn, 2007) es en realidad un compendio de todo lo que habita en la fabulosa mente de los niños, brujas, estrellas, reyes, magia, artes marciales, piratas, sinceramente creo que no falta absolutamente nada en la película. Por tener tiene hasta un trilero de doble moral brillantemente interpretado por Ricky Gervais. ¿La escena imborrable? Robert DeNiro bailando al ritmo del Can Can de Offenbach mientras se prueba vestidos. Desde que vi la película en el cine, con mi padre, se ha convertido en un clásico que guardo ahora, como oro en paño, en su edición metálica. La historia de amor de Tristán (Charlie Cox), tratada prácticamente como una tragedia shakesperiana, ahogado entre la belleza feroz de Sienna Miller y la dulce Claire Danes, pocos años antes de convertirse en la agente bipolar más conocida de la CIA. La trama por la herencia del reino, iniciada por la fantástica escena de Peter O'Toole lanzando el colgante que hace bajar a la estrella, dota a la película de una grandilocuencia que la acompaña brillantemente durante toda la historia. Por otro lado, David Kelly –el viejo abuelo de Charlie en Charlie y la fábrica de chocolate (Tim Burton, 2005)– como guardián del muro nos lleva a ese tono tan particular, lleno de humor y que es imposible de explicar, hay que entrar en él y disfrutarlo. Vuelve el año 2007, el más grande en el cine de mi infancia, ahora con Michelle Pfeiffer para recordarme aquella pregunta que le hice a mi bisabuela: "¿Por qué todas las guapas son malas?". Siento si he divagado demasiado, pero pienso que todos los títulos mencionados son una buena opción y, con el camino que lleva esta cuarentena, parece que nos va a dar tiempo a disfrutarlo todo. Además, la mayoría no tiene porqué leerlo todo, le bastará con copiar los títulos y darles al play. Trataré de ser más breve en mis próximas recomendaciones. ¡Feliz confinamiento!
Me gusta mucho tu blog. Sigue con ello.
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