El documental suele concebirse como un género "pereza", excepto cuando nos enfrentamos al introspectivo y ácido humor de Michael Moore (su documental
"Fahrenheit 9/11" superaría los 20 millones de dólares en su primer fin de semana), incluso durante las ceremonias de premios aprovechamos para echar una cabezadita durante la entrega de estos, que además suelen ir pegados a los de cortometrajes, es decir, el material audiovisual que el espectador medio no ha llegado a ver. Pero como decía existen excepciones y
"Cantábrico" (Joaquín Gutiérrez Acha, 2017) debe de ser una de ellas, con un portentoso —para lo que es nuestra taquilla— estreno de más de cien mil euros, que ya superó el anterior trabajo de su director,
"Guadalquivir" (2013). Dos exquisitos reportajes que saben cuándo y dónde situar la cámara para captar imágenes deliciosas, como la caza de un ciervo por parte de una manada de lobos, en contraste con la blanca nieve de montaña. Visualmente brutales y salvajes cuentan con una ventaja que no se aprovechaba desde Félix Rodríguez de la Fuente, nuestra inagotable flora y fauna, algo con lo que no pueden competir los documentales de sobremesa de la 2, esos que aprovechan todos los telespectadores que se han quedado dormidos con el programa de Jordi Hurtado. Aunque, para nuestro pesar, guarde una estructura muy parecida a ellos, una monofónica voz en off, y algunos fallos de presupuesto como las grabaciones bajo el agua, pese a todo un inmenso reportaje que nos introduce en la inmensidad de la cordillera cantábrica.
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"Cantánbrico" dirigido y filmado por Gutiérrez Acha |
La narración peca en ocasiones de falta de objetividad, tanto para bien, con esas medidas e inteligentes notas de humor
matiaspratsiano (dícese de aquel que introduce pequeñas dosis de humor personal en situaciones puramente formales), como para mal, en las reivindicaciones
animalistas que pretenden pasar desapercibidas pero que sacan al público de la belleza natural, como los centenares de colas de armiño que son necesarias para la capa de un rey
"siendo el animal quien mejor lo porta". Sinceramente me extrañó ese dato en plena danza del blanco animal que había despertado varias risas con sus pizpiretos saltos, porque otro de los grandes puntos a favor de Gutiérrez Acha es su inteligente uso del carisma de los animales, los polluelos pidiendo comida o el pájaro carpintero ante quien tomamos nuestras propias opiniones, solo por cómo ha sido situado el objetivo. Y por supuesto el oso pardo, ese ser patoso y goloso que nuestra cultura ha adorado a través de productos como
Winnie the Pooh o
"El oso" (Jean-Jacques Annaud, 1988), y a quien querremos algo más después de
"Cantábrico". Una vez más lo que reafirma el documental es la innata capacidad de los bichos para hacerse con el metraje, son estos pequeños seres quienes causan más risas y asombros con sus poco ortodoxos rituales, de la mariposa hormiguera oscura a la araña pisaura tenemos en nuestros montes auténticos prodigios de las relaciones sociales. Otro de esos grandes puntos de humor llega con la pesca del bonito o atún, cuando el narrador habla de la
"dura pelea de los arandelas vascos frente al pescado" y vemos a una serie de negros realizando la labor. Divertida, asombrosa y descubridora, no dejen de ver
"Cantábrico".
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Primera vez que la cámara caza al lobo ibérico frente al ciervo |
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