miércoles, 9 de noviembre de 2016

Hilarante Trump

En primer lugar quiero transmitir mi enhorabuena a Donald John Trump por su nuevo cargo como cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos, claro que en cuanto le den un diploma donde se testifique lo ocurrido lo colgará al lado de su Razzie al Peor Actor de Reparto por "Los fantasmas no pueden... hacerlo" (John Derek, 1989) y se pondrá con otra cosa. Lo que resulta impresionante es que después de tantos años otorgando los concursos de "Miss Universo" a la modelo que llegase antes a la cama, ahora el magnate haya logrado convertirse en Míster Mundo por derecho propio. Los medios de comunicación españoles se han despertado en llamas clamando por un Apocalipsis inminente, hace falta recordar que son necesarios cuatro jinetes para ello, no un centauro sin cabeza al más puro estilo de "Sleepy Hollow" (Tim Burton, 1999). Hay que dejar claro que Donald Trump no es un magnate, ni una celebridad, tampoco es un actor y nunca será Presidente de los Estados Unidos, él siempre será Donald Trump y por ello conseguirá siempre lo quiere. Véase esa victoria triunfal del millonario en el Hilton neoyorkino a ritmo de un irónico "You Can't Always Get What You Want", sólo seis meses después de que los Rolling Stones le prohibiesen utilizar cualquiera de sus canciones. Conociendo la actitud de los americanos no era ninguna sorpresa este resultado circense del que todos temíamos, pero del que inconscientemente deseábamos hacer un tasting presidencial. Tenemos el resultado que nos merecemos, claro que al terminar al función todo vuelve a estabilizarse, o mejor dicho al establishment donde toda esa pandilla de sureños paletos, que ahora ven como un negro les cambia el pañal y les limpian el culo con algodón, no pinchan ni cortan nada.


Woody Allen siempre ha sido un gran estudioso de la fama, en "Celebrity" (Woody Allen, 1998) hace una astuta biopsia de la farándula y es precisamente un cameo de Donald Trump, donde le vemos ideando hacerse con la St. Patrick's Cathedral, el que daba pie a la descomposición de un establishment dirigido por las pataletas de los hijos de ricos. No sin antes haber tenido la idea de disparar a Donald Trump en Nueva York, como Alan Alda dejaría grabado en una de sus notas de voz en "Delitos y faltas" (Woody Allen, 1989). No hay nada más americano que Donald Trump, tiene perfil de presidente de moneda del billón de dólares, es la personificación de un país que presume de un avance ridículo mientras contamina a placer. Después de todo es como si Barack Obama hubiese propuesto su propio "The Apprentice" y Trump se hubiese hecho con el máximo galardón, todo es un show ebrio de audiencia, ahora sólo nos queda reír con él. Crooked Hillary se ha convertido en Mrs. Clinton, ha donado su fondo de armario a la Reina de Inglaterra y ahora tiene tiempo para descubrir qué pasó entre Melania Trump y su marido durante la boda entre la actual Primera Dama y el niño mimado de América. Respecto al legado político de Obama parece que se va a basar en los cuidados que ha ejercido con su mujer y sus hijas del jardín de la Casa Blanca, y tal vez una leve relación con Cuba que Trump continúe para volver a rehabilitar Guantánamo. No nos hemos visto con un presidente de este calibre desde "¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú" (Stanley Kubrick, 1964) con aquel fantástico Peter Sellers que deambulaba sobre el botón atómico, que ahora descansa bajo la almohada del señor y la señora Trump (y un par de misses más). ¡El pueblo castiga! Y nos dimos cuenta de que nosotros éramos el pueblo y los que recibíamos el castigo. Ahora no queda otra que dejar que América se haga grande otra vez, pensando que al menos el universo es infinito. Por cierto que Trump se ha presentado a las elecciones tan solo para cumplir con la predicción de Los Simpsons.

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