España demuestra cada día que los clichés que la conforman son la pura realidad. El pícaro español ha sido un tópico desde mucho antes que un tal Anónimo lo reflejase en "Lazarillo de Tormes", y de todo ello no hemos recibido más que críticas, en nuestro tiempo políticas, todas ellas amenizas bajo dos grandes pilares que han sostenido nuestras fronteras: la cultura y, por encima de todo, nuestra gastronomía. Cuando ambas se unen dan lugar a placeres indescriptibles, que normalmente sólo podemos alcanzar en sueños, pero que en ocasiones se nos presentan en forma de la señora de las nieves, de la mano de la cocina del restaurante "Viridiana" (calle Juan de Mena, 14) a cargo del chef Abraham García. Si bien dijo Luis Buñuel que "la realidad, sin imaginación, es la mitad de realidad", el restaurante que lleva el nombre de su obra maestra, parece haber tomado la frase como lema y principal hilo conector para la experiencia gastronómica que se ofrece. El restaurante te acoge entre los fotogramas del gran film español de Buñuel, una "Viridiana" que aún perdura en su pureza, y que lejos de derivar en la cruel sátira buñuelesca de la última cena, te hace desear cenar allí todos los días. Poco hay que decir de los platos servidos, todos ellos transmiten una experiencia nueva, una percepción de sabores que encuentran su grandeza en lo tradicional y las buenas raciones, se trata de buena cocina. Tal vez si se pretendiese una nouvelle cuisine, hubiésemos conocido el restaurante como "Los 400 golpes" (François Truffaut, 1961), sin embargo se profundiza en el sabor español, y se disfruta como tal. Después de pasar por magníficos risottos de jabalí, canelones y bacalaos que danzan entre castañas, he de reconocer mi debilidad por un plato sublime, la Becada al estilo tradicional, un plato primoroso que encuentra su culmen en la tosta que acompaña un foi de la propia becada.
En el cine español la comida es mucho más que atrezzo, a lo largo de las décadas se ha demostrado como incluso la propia gastronomía ha servido de objeto para conformar historias. El propio Abraham García tiene una amable relación con el cine, le hemos visto desfilar como el amable camarero que aguanta los más profundos gritos de Marisa Paredes en "La flor de mi secreto" (Pedro Almodóvar, 1995), o un médico despistado que seguía las órdenes de Vicente Aranda en "Si te dicen que caí" (1989). No sólo ha dado de comer a las mayores estrellas del planeta, a las que ha asombrado con su capacidad, sino que ha elogiado nuestro cine abiertamente, sin el más mínimo temor a los cientos de críticas, que a día de hoy caen sobre toda crítica a favor de nuestro cine (una vergüenza). Si bien se dispuso a mandar buenos augurios para las brujas de Álex de la Iglesia, con el que ha colaborado en alguna de sus películas. En numerosas ocasiones ha destacado la grandeza de Berlanga, y Azcona, de quienes ha tomado frases prestadas para definir su labor culinaria, sin olvidar el elogio a "La Vaquilla", por donde apareció, de la que dijo ser "uno de los títulos más hermosamente agridulces del cine español". Más de tres décadas lleva en pie "Viridiana", superviviente en la jungla de la cocina que hoy resurge para acabar contra todo oponente, sin embargo el restaurante no resulta ni mucho menos buñuelesco, siendo quizás más berlanguiano en un trato directo, además de un servicio sensacional que da lugar a las mejores situaciones entre fogones y risas. Dentro del éxtasis interpretativo de Agustín González en "La escopeta nacional" (Luis García Berlanga, 1978), el Padre Calvo clamaba: "¡Lo que yo he unido en la Tierra, no lo separa ni Dios en Cielo!", ahora yo puedo asegurar que Abraham García ha logrado lo mismo entre la becada y yo.
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