Hace unos meses descubría, gracias al rodaje del film que hoy nos trae aquí, a Paolo Genovese, reconocido director de la nueva comedia italiana y co-autor del libreto original de
"Perfectos desconocidos" (Álex de la Iglesia, 2017). Su presencia el pasado martes en la
premiere de la cinta española cerraba un ciclo, y casi en una posición honorífica otorgaba a Álex de la Iglesia el relevo cinematográfico de una historia brillante que seguirá adelante con una segunda adaptación en Francia bajo el nombre de
"Le jeu" (Fred Cavayé, 2018). El director vasco ha optado, junto a su co-guionista habitual
Jorge Guerricaechevarría, por un respeto absoluto del guión original, con una inteligente actualización del
software de los gags. Añadiendo una resolución de la historia que asombrosamente se queda entre el final de las perdices de cuento y la tristeza más angustiosa que se pueda dar en una cena entre amigos. El éxito de la original es el aval con el que cuenta este exquisito
remake, una desquiciante historia de amistad y confianza que sólo puede terminar como el rosario de la aurora. La propia naturaleza del
"remake" lo convierte en un producto comercial y más si es un encargo de Telecinco a un gran director, sin embargo hay un romántico en mí que prefiere pensar que lo verdaderamente esencial es que una historia con la que tanto se rieron en Italia se descubra por todo el mundo. Lo que está claro es que De la Iglesia no ha pensado su film en ningún momento como un
remake, ha hecho suyo el guión y lo ha estilizado con suma elegancia, incluso respetando la vena italiana del original.
"Perfectos desconocidos" es la película de Álex con menos de sí mismo, y eso no es malo.
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A este selfie le falta poco para llegar al de Ellen DeGeneres |
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Ernesto Alterio |
Los grandes directores de la edad dorada de Hollywood rodaban casi compulsivamente, había mucho de oficio, de artesanía y mecánica en el cine de Hawks, Wyler o Mankiewicz, pero sus obras siempre eran reconocibles e impecables. Álex de la Iglesia estrena este año dos películas como director (y dos más como productor), está imparable, un poco más y encaja a sus dos niñas el mismo año. Por ello
"Perfectos desconocidos" es un ejercicio de estilo, una muestra de la plena confianza de un director en sus actores, perseguidos por dominantes primeros planos, acorralados por los diálogos y dinamitados por un espacio apremiante convertido en un confesionario forzoso.
Belén Rueda y
Eduard Fernández forman una pareja exquisita —como ya demostró Inés París en
"La noche que mi madre mató a mi padre" (2016)— dispuesta a explorar los límites del matrimonio. A destacar también a
Eduardo Noriega que se mueve en una comedia clásica, aportando una valiosa clase de gimnasia facial: le basta levantar una ceja para sacar la risa del espectador. Mención aparte merece la interpretación de
Ernesto Alterio, ahora en nuestro lado de la cama, genial en cada uno de sus movimientos, con una asombrosa caracterización de voz, beneficiado directamente desde guión con las mejores coletillas que hacen que cada situación de tensión se rompa en carcajadas del espectador.
Juana Acosta deslumbra en su evolución, vino tras vino.
Dafne Fernández, Beatriz Olivares y
Pepón Nieto cierran un reparto poco común para el director bilbaíno que, acostumbrado a estar rodeado de sus incondicionales, ha optado por forrarse de "perfectos desconocidos" para afrontar su historia más ajena... y le ha salido redondo.
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El elenco junto a los productores y su director |
Marcado por una estética francamente realista —con mucho de viñetesca— De la Iglesia ha optado aquí por una puesta en escena sobria y plenamente artificial como en el Hollywood dorado. Se ve claramente como el ático de Alonso Martínez es un decorado, y así se encarga el director de reforzarlo con planos imposibles y con un magnífico juego del espacio que envuelve al espectador. Esa luna de sangre que se ve casi verde-croma, recortada por la barandilla de cartón-piedra nos recuerda casi al ático de
"Mujeres al borde de un ataque de nervios" (Pedro Almodóvar, 1988). Siento debilidad por el cine que muestra su artificio, Hitchcock era un maestro en ello y no se puede decir que no está presente en este film. En esto resulta esencial el trabajo de los dos directores de arte asiduos al cine del vasco,
Arri y
Biafra de excepción. Que Álex haya decidido esta estética para el que es su texto más teatral no es casualidad, como tampoco lo es el desfile de movimientos de cámara y el uso de un montaje rítmico. La película sucede a toda velocidad, una detrás de otra. Uno termina echándose a temblar cada vez que oye un mensaje entrante. Da la sensación de que el director se ha encerrado con algunos de los mayores actores de nuestro país para jugar. Y les ha quedado un cadáver exquisito. Mañana, 1 de Diciembre, se estrena
"Perfectos desconocidos", no hay excusa para perdérsela. Gracias Paolo por idear esta maravilla, gracias Álex por traerla a nosotros.
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Inmensos actores, no se apoyen demasiado en esa baranda |
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