martes, 19 de julio de 2022

Mis personajes (cinematográficos) favoritos

Van a cumplirse dos años de mis últimas recomendaciones cinematográficas favoritas, al menos a gran escala. Ya saben que no están ante un blog de crítica cinematográfica, pues suelo referirme solo a aquellas películas que me gustan. Para poner a caldo ya está Twitter. Entonces hablé de "mis películas favoritas", es decir, aquellos títulos que confirmaban mi psique cinematográfica. No se trataban de las mejores cintas de la historia del cine, no hablé de Ciudadano Kane ni de Lawrence de Arabia. Si no de aquellas películas que frecuentaba asiduamente en mi cinemateca personal. Hoy, sumidos de lleno en un verano asfixiante, les traigo algunos de mis personajes favoritos de la historia del cine, un torbellino de excéntricas creaciones que en el rodar del celuloide pretendo que les sirva como un ventilador para sus mentes abotargadas por la ola de calor. Una vez más no les presentaré a lo que la crítica boyerística o voyeurística (según se mire) llamaría los grandes personajes de las películas. No verán en estas líneas a Rick Blaine, Holly Golightly o Vito Corleone, personajes que por su puesto adoro pero que por distintas razones no han entrado en esta lista. Antes de continuar he de aclararles que no creo demasiado en las listas. Sin embargo, pienso que son una manera estupenda de ordenar ideas y de que les sirva a ustedes unas cuantas sugerencias para que no pierdan un tiempo valiosísimo discutiendo con las "exquisitas" recomendaciones de Netflix. Los siguientes diez personajes son en su mayoría excéntricos, locos, cómicos y con mala leche. Representan lo que más me puede divertir de un personaje ficcionado, atractivos para el ojo del espectador menos convencional. Todos ellos pertenecen a mundos muy definidos por sus directores y sus películas son parte indiscutible de la historia del cine. Muy cerca de estos diez se quedan tres creaciones patrias que no puedo dejar de mencionar: José María de El día de la bestia (Álex de la Iglesia, 1995), Santiago Segura descolgado del edificio de Schweppes colocado de setas sintéticas es una de las grandes carcajadas de nuestro cine; Serafín de Airbag (Juanma Bajo Ulloa, 1997) interpretado por un sensacional Karlos Arguiñano cambiando su rol habitual de cocinero por el de comensal de la tortilla rusa; José Ramón de El milagro de P. Tinto (Javier Fesser, 1998) donde el desaparecido Javier Aller componía uno de los grandes marcianos de la historia del cine ("pedazo de invento la gaseosa").

Y sin más dilación: 

10. Huma Rojo en "Todo sobre mi madre"

Se ha escrito demasiado sobre los personajes femeninos de Almodóvar, pero por algo será. Son muchos los roles que han seguido la estela moderadamente vesánica de Blanche DuBois, uno de los personajes más icónicos del siglo XX que surgió de la pluma (de escritor) de Tennessee Williams, cuya hermana maníaca inspiró tantas de sus creaciones. Pero de Williams hablaremos directamente más adelante. Así como Woody Allen lo haría exquisitamente en Blue Jasmine (2013), donde la interpretación de Cate Blanchett mereció el Óscar de la Academia, Almodóvar también recurrió a Un tranvía llamado deseo para componer el transfondo (disculpen esta pequeña broma de "aliade") de Todo sobre mi madre (1999). No se trata de mi obra favorita del director manchego (ahí están Átame, La flor de mi secreto y La piel que habito en mi top personal). Pero no cabe duda que Huma Rojo es de esos personajes que nacen para trascendencia, bajo la percha y calmada dicción de Marisa Paredes, se compone una interpretación llena de matices donde nada es burdo ni plástico. Algo totalmente inusual en el cine de Almodóvar y especialmente en esta película, donde el personaje cuenta con una antítesis que termina por completarla, el personaje de La Agrado (Antonia Sanjuán). Huma Rojo es frágil, se rompe con facilidad, como la Blanche que realiza sobre el escenario. Huma es actriz, por tanto exagerada y llena de contradicciones. Actrices que interpretan a actrices actuando, este enrevesamiento almodovariano es constante. Marisa consigue un equilibrio perfecto entre esa inseguridad de mujer y esa fuerte decisión de artista, de personaje consciente de sí mismo. Es una estrella del escenario y una lesbiana a merced de una amante impredecible. Esa Huma  Rojo que empieza interpretando a una frágil Blanche a merced de la bondad de los desconocidos termina encarnando a la Madre de Bodas de sangre, de carácter fuerte, pero rota por la pérdida. La escena: "Humo es lo único que ha habido en mi vida".


9. Norma Desmond en "El crepúsculo de los dioses"

Dentro de las actrices que interpretan actrices interpretando, están las que hacen de sí mismas. Son personajes muy jugosos, y aunque algunas no hiciesen de sí mismas per se, en nuestro imaginario siempre permanecerán así. La Joan Crawford de ¿Qué fue de Baby Jane?, la Bette Davis de Eva al desnudo o, más recientemente, el Michael Keaton de Birdman, para que no me acusen de clasista o clasicista. Todos ellos podrían estar en mi lista, y lo estarían si no fuera porque no deseo aburrirles. De hecho poner a Huma Rojo y Norma Desmond continuadas ya es algo repetitivo, pero estarán conmigo en que es un acierto de Billy Wilder, rescatar a Gloria Swanson para hacer de una vieja gloria del cine mudo en Sunset Boulevard  (1950) y uno de los mayores homenajes al cine. Aquel año, en los Oscar se enfrentaron Anne Baxter y Bette Davis por Eva al desnudo y la Swanson, tanta sobrecarga hollywoodiense distrajo los votos y finalmente la estatuilla recayó sobre la simpática Judy Holliday por Nacida ayer, que parecía que no pintaba nada y estaba interpretando en Broadway. Wilder supo conducir a Swanson hacia el terreno que quería. Sin caer en la parodia, sin hacer un autorretrato, logró presentar el entierro de un mono con una solemnidad inimaginable. Puede que haya pecado de mainstream al hablar de Norma, porque lo cierto es que mi personaje favorito del film es el de Max von Mayerling, el mayordomo y ex-esposo de la actriz, interpretado por Erich von Stroheim, reconocido director e idolatrado por Wilder, que ya había contado con él en Cinco tumbas al Cairo (1943). La frivolidad de Hollywood, la excentricidad de una estrella olvidada, su regreso a la Paramount, la historia del cine, los celos, su extraña relación con un hombre más joven, tornado todo ello por el turbio velo del noir que su director había prácticamente inventado años antes con Perdición. Norma Desmond es el personaje más importante de la historia del cine, para su propia historia, vive de él, se alimenta de él y desaparece con él. La escena: no dista demasiado de esa última escena de Un tranvía llamado deseo. "Cuando quiera, señor DeMille, estoy lista para rodar..."


8. Boris Yellnikoff en "Si la cosa funciona"

Se reconoce a Woody Allen especialmente por sus personajes femeninos, de hecho son varias las actrices que se han alzado con el Oscar gracias a él, incluyendo a nuestra Penélope. Alguna incluso lo ha hecho en dos ocasiones (Dianne Wiest). Sus protagonistas masculinos (verán que no son demasiados los roles protagónicos que ocupan esta lista) suelen ser el álter ego de sí mismo o al menos del personaje que ha interpretado durante años. Sin embargo, en el caso de Whatever Works (2009) se produce la divertida coincidencia de encontrar dos almas gemelas de la jewish comedy trabajando en comunión, el propio Woody y el gran Larry David, que llevaba mostrándonos sus manías, situaciones y expresiones en primera persona desde el año 2000 en su magnífica serie Curb Your Enthusiasm. Larry David extrapola todo el imaginario que el espectador pueda tener de antemano para convertirse en un genio de la física para el que la vida y sus vulgares gusanos/habitantes son la más clara muestra de la futilidad de la existencia. Los ingeniosos diálogos de Allen se funden con la siempre exagerada interpretación de David, que muestra con la misma genialidad un chiste sobre el Holocausto que un insulto preciso. Una película rápida, alegre, muy hablada y muy narrada. Woody y Larry se pasean amablemente por Nueva York con esa mirada cínica de neoyorquinos jubilados ya de la belleza de la Gran Manzana. Es complicado seguir riéndose como la primera vez con una película. Yo todavía no logro contener la risa con cada una de las réplicas tan hirientes como acertadas de este genio con dificultades para el suicidio. La escena: "Su hijo es imbécil, que de clase de canicas". 


7. Tristana en "Tristana"

Buñuel adaptando a Pérez Galdós, ¿qué podría salir mal? El mundo de Luis Buñuel está habitado por monjas, putas, ricos, pobres, sueños y piernas ortopédicas, todo ello comulgando siempre con su devota visión católica que se debate siempre entre la santidad y el anatema.
Tristana (1970) es una revisión más cruda y feroz a la fábula que ya obsesionaba a Buñuel en Viridiana (1961), el propio Don Jaime vuelve ahora como Don Lope, "soy tu tutor y tu marido y actúo como uno u otro según me convenga", interpretado siempre por el gran Fernando Rey. Pero ahora su objeto de deseo es Tristana, un papel que madura de escena a escena, que se curte con el frío castizo de Toledo. Catherine Deneuve, acompañada siempre de esa belleza malsana desde Repulsión (Polanski, 1965), llega con la mirada frágil de niña buena que juega a las surrealistas metáforas sexuales con un onanista subnormal hasta convertirse en la señora de la casa, invirtiendo roles con Don Lope, tullida, misántropa, pero delicada en su maldad. Es la primera vez en esta lista donde la interpretación escogida no se debe a diálogos ingeniosos o personajes originales (ya que viene de una adaptación), si no que la delicadeza que componen los movimientos, los gestos, las miradas de Deneuve hacen de Tristana un personaje único, perverso y paradójico, como es habitual en el director aragonés. La escena: hay muchas, casi independientes, pero me quedo con ese final frío, duro y sencillo. "Oiga, está sufriendo mucho. Muy bien. Venga cuanto antes". 


6. Minnie Castevet en "La semilla del diablo"

Son los personajes secundarios los que hacen una buena película. Esos que llenan con sus apariciones la pantalla y, en ocasiones, terminan por comerse la trama principal. Rosmary's Baby (Roman Polanski, 1969) es para mi la perfecta definición del buen cine de terror, que debe alimentarse de incomodidad y angustia y no de sustos y monstruos. Minnie Castevet, encarnada por la genial Ruth Gordon (su interpretación le valió el Oscar de la Academia), es uno de esos personajes cuya presencia va adquiriendo necesario protagonismo, una villana en forma de vecina del quinto. Insuperable. Maestra en el arte de utilizar la amabilidad como agresión, incisiva e irritante. La que fuera una de las grandes guionistas de Hollywood en los años cuarenta y cincuenta, se reutilizó como actriz especializándose en personajes excéntricos y extravagantes, rodeados de un extraño halo de esoterismo. Véase su también destacable personaje de Maude en Harold y Maude (Hal Ashby, 1971). Polanski se encontraba en el momento más álgido de su carrera, convertido en uno de los grandes, aún no había sido acusado de violación y se acababa de mudar felizmente a Hollywood con su adorada Sharon Tate. Tristemente, toda esta ambientación, vista con la distancia de la historia, dota a la película de una moraleja más cruel y perversa de lo que debería haber sido. La señora Castevet, es la nota de color, la llamativa serpiente que merodea por el tronco del manzano, y con un vestuario a destacar. Gordon repitió el papel en ¿Qué pasó con el bebé de Rosmary? (Sam O'Steen, 1976), película a merced de su bajo presupuesto televisivo donde la autoparodia queda reducida por la desaparición de la extravagancia, ya que para eso hace falta dinero. La escena: Minnie visita la casa de Rosemary. "Eres joven y tienes salud, estoy segura de que tendrás muchos hijos". 


5. Waldo Lydecker en "Laura"

Adoro los personajes dotados de una 
maquiavélica superioridad moral. Clifton Webb, de sarcástica sonrisa wildiana que tanto había ensayado en el teatro, realizó una de las grandes interpretaciones de la historia del cine como una suerte de Pigmalión fatale que le valió una nominación al Óscar de Hollywood. Gran robo el de ese año, pues el premio recayó sobre Barry Fitzgerald, que estaba nominado a Mejor Actor de Reparto y Mejor Actor Protagonista por el mismo papel en Siguiendo mi camino (Leo McCarey, 1944), el de Mejor Actor se lo llevó Bing Crosby, compañero de Fitzgerald en el film de McCarey. Éxito extraño el de esta película bienintencionada y el de su secuela, que arrasó en las nominaciones del año siguiente. Salvado así el honor de Webb, solo queda hablar de Laura (Otto Preminger, 1944). Pionera en el noir americano, ese género que compuso y dio lugar a los grandes personajes secundarios de la historia del cine, siempre ondeante entre capos de la mafia, estrellas apagadas del cabaret y rebeldes damas de la alta sociedad. Gene Tierney fue una de las grandes bellezas de star system, delicada e inconscientemente ávida de la tragedia. Waldo Lydecker, germen en lo villanamente intelectual del personaje de George Sanders en Eva al desnudo (Joseph L. Mankiewicz, 1950), compuso desde la máquina de escribir que utilizaba en la bañera una trama enrevesada –puede que en exceso revistiendo alguna escena–, cumbre del crimen de erudición que sólo lograría un adversario claro en La soga (Alfred Hitchcock, 1948). El personaje de Dana Andrews, el detective, no pinta demasiado. Es Waldo quien ejerce de víctima y verdugo, quien trama y se sorprende como un vulgar espectador más. Clifton Webb elabora con elegancia el retrato de un esnob enamorado que no tiembla ante la turbia –aunque aquí se pretenda frívola– mirada de Judith Anderson, que ya había pasado al imaginario colectivo como la señora Danvers en Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940). Por ello, Laura es mucho más que un gran historia de suspense bien narrada, es lo que un espectador aventajado aporta por la intrahistoria cinematográfica. Labrada por el señor Lydecker, como álter ego ficcionado del propio Preminger. La escena: su presentación en la bañera con un paneo brusco es sensacional ("—Señor Lydecker...;—Oh, me ha reconocido"). 


4. Coronel SS Hans Landa en "Malditos Bastardos"

Parece que se ha puesto de moda entre la cinefilia joven –la vieja siempre lo rechazó– el desprecio hacia Quentin Tarantino. Aquejan sus constantes 
referencias cinematográficas y acusan a su cine de pastiche fílmico. Si bien estas afirmaciones son objetivamente ciertas, la verdad es que sus películas son irresistiblemente entretenidas, al menos para mí. Con una capacidad brillante para descomponer la trama y dejarla a merced de sus personajes, siempre excéntricos, originales, retorcidos y conectados a lo largo de sus muchas ficciones. Tarantino ha logrado crear un mundo propio y eso es indiscutible. Su cine, más o menos influenciado, cumple con el mayor requisito del Séptimo Arte: entretener. El coronel SS Hans Landa es su creación más arriesgada, brutal, estrafalaria, incorrecta (qué gozada el despliegue de diálogos cargados de un exquisito humor negro) y por todo ello, la favorita de su creador y la mía. En todo ello tiene mucho que ver Christoph Waltz, que interpreta al "cazajudíos" con una irritante sonrisa impenitente. Y en este apartado me encantaría reconocer la labor de Pep Antón Muñoz, la voz del personaje en la versión española, que realiza una labor sobresaliente, llevando al extremo el sadismo chic de Landa. Mentiroso, tramposo, falto de toda moral y adepto de sus propias convicciones. Tarantino cambió la historia con sus Malditos Bastardos (2009) y Waltz descubrió una nueva forma de interpretar que le valió el Oscar mejor dado de la historia, solo igualado por el que repitieron en 2013 por el personaje del doctor Schultz en Django: Desencadenado (Tarantino, 2012). Desde entonces cualquier película con Waltz tiene mi absoluta atención. La escena: "¡Es un bingo!"


3. Pepón Leguineche en "Patrimonio Nacional"

Luis Escobar
insistía en que su persona no tenía nada que ver con la del personaje que le había llevado a la fama en la trilogía nacional (1978-1982). Pero lo cierto es que Berlanga, nada dado a las morcillas cómicas, sólo dejó improvisar al marqués de las Marismas del Guadalquivir para lograr dar vida al inefable marqués de Leguineche. Expresiones del propio Escobar fueron asumidas por el personaje (aquello de "divinamente") pero también locuciones del entorno del director ("pues se dice, se dice", como escuché en su casa repetidamente). Don José "Pepón" de Leguineche es una de las grandes creaciones del cine patrio, incorrecto por ser exquisitamente correcto (tema aparte son las perversiones de cada uno), sin pelos en la lengua pese a su exquisita devoción por el vello púbico, católico en la evasión fiscal, fetichista del liguero y monárquico en los toros. Su corriente de pensamiento se podría categorizar como desenfreno aristocrático ancien régime, donde hasta el servicio se enorgullece de servir de valédechandal. Una vez más estamos ante un personaje de cero en conducta, abstemio en moral y frívolamente coherente en su banal pensamiento de clasismo delicado. Leguineche se mueve en la España de la transición, donde la dulce picaresca española lucha contra las recientes prohibiciones de la democracia. Se encarna, tanto en el propio marqués, como en su hijo (José Luis López Vázquez), como en su sobrino (José Luis de Vilallonga), como en el resto de su desbaratada agenda social y familiar, el último bastión de una aristocracia que es la metáfora cruel de una España que poco tiene que ver con la grandeza de antaño. Los duelos ya no son lo que era, las marquesas franquistas pierden sus títulos (Berlanga siempre de actualidad), pero Leguineche, ya sea en finca, palacio o piso, sigue estoico ante lo que devenga. La escena: "El mediterráneo ha sido siempre un mar de pobres"


2. Violet Venable en "De repente, el último verano"

Vuelvo aquí a las frágiles y delicadas psiques retratadas por la pluma de Tennessee Williams. Y me doy cuenta de la absoluta coherencia (algo extraño en mí) de mi selección. Pues esto llega a su fin y descubro que, mientras todos los personajes masculinos son excéntricas creaciones marcadas por la frivolidad, el sarcasmo o, en el mejor de los casos, la comedia. Las mujeres son todas grandes damas marcadas por el drama, la grandilocuencia, la exageración, el dolor y el olvido. Violet Venable en
"De repente, el último verano" (Mankiewicz, 1959) no podía ser menos. Katharine Hepburn interpreta aquí a una viuda de hijo, no hay nombre para esa desgracia antinatural, una madre castradora, obnubilada por un jardín de recuerdos que le asalta en cada esquina. Estamos ante uno de los personajes más complejos en la creación literaria, lleno de recovecos, donde el espectador nunca termina de saber todo lo que sabe, lo que conoce, pese a los muchos intentos del joven doctor (Montgomery Clift) por trazar una línea argumental alrededor de ese verano blanco marcado por la locura. Hepburn, que navega en la fina línea entre la cordura y la más absoluta demencia, se va descubriendo en gestos, giros y comportamientos que asume como propios, en una de sus grandes interpretaciones (nominada al Oscar, junto a su compañera de reparto, Elizabeth Taylor). Comparte con Taylor ese duelo de roles, la manipuladora y la vehemente, la medicada y la loca. El film se vuelve algo más extraño dentro del manicomio, puede que simplemente para explorar la vena más dramática de Liz Taylor. Yo me quedo con esa macabra dulzura con la que Katharine Hepburn recuerda a su niño de treinta años, su angelito de gustos caníbales. La escena: una vez más un presentación grandilocuente, con ascensor de por medio. "Visto de blanco porque era el color favorito de mi hijo". 


1. Walter Sobchak en "El gran Lebowski"

Se unen, por fin, la excentricidad con la más absoluta locura en este personaje que no hay ocasión en la que no me arranque una carcajada. Como Tarantino, los Hermanos Coen tienen una capacidad única para crear secundarios absolutamente geniales, característicos, impetuosos e insólitos. Sólo en El gran Lebowski (Joel Coen, 1998) hay un reparto incontable de grandísimos maníacos perturbados que adoraréis desde el primer momento en que aparecen. Pero Walter Sobchak, un excombatiente del Vietnam convertido al judaísmo para casarse con su 
ex-mujer, se lleva la palma. Si esta es una de las grandes comedias de la historia se debe al arrollador personaje interpretado por John Goodman, frenético y siempre en el límite de lo razonable, el actor va comiéndose la trama hasta convertirse en un personaje central capaz de tomar las decisiones del propio protagonista ("el hombre más vago de Los Ángeles, lo que le convierte en serio candidato a hombre más vago del mundo"). Hurones diabólicos, productores pornográficos, dedos cortados y un secuestro a cargo de un converso demente que debe realizar el intercambio en sabbat. Walter Sobchak es un hombre práctico, firme en su convicciones, que solo desea que las cosas se hagan bien (al menos según su forma de ver las cosas) y está dispuesto a cualquier cosa para lograrlo. La escena: cualquier escena de la película en la que aparece es un ejemplo de construcción argumental, donde la tensión crece hasta explotar en un clímax hiperbólico sin desperdicio. Quizás las más ilustrativa sea esta en la que tratan de arrancar una confesión a un adolescente... "Esto es lo que pasa cuando das por culo a un desconocido".